La opción perfecta para quienes disfrutan de la quietud y el silencio del bosque. Después de manejar 1 hora hacia el Oeste del parque, nos adentramos en la rivera del Río Pingo, donde caminaremos a través de una planicie de matorral y bosque magallánico con una privilegiada vista a los meandros del mismo río y la cara oeste del monte Paine Grande.

Conforme la caminata continúa, atravesamos sectores de pastoreo utilizados por los caballos que tradicionalmente montan los guarda-parques a la antigua usanza, para luego continuar progresivamente penetrando un bosque de lengas y coihues denso y lleno de vida, refugiando abundante avifauna, así como distintos tipos de flores y vegetación. El primer tramo culmina en un chorrillo frecuentado por salmones en temporada, testigos de un despliegue de vida complejo y cambiante.

Este templo de vegetación invita a desconectarse y disfrutar de la paz y refugio que brinda la sombra del follaje. Definitivamente un acierto para los amantes del bosque, siendo un complemento perfecto entre la densa vegetación que caracteriza la Patagonia Austral y maravillosas vistas del lado Oeste del parque.